viernes, octubre 11, 2013

De las visitas (in)esperadas

Especialmente en la época actual, todos conocemos a alguien que se ha ido lejos de viaje por algún tiempo. Los motivos pueden ser muy variados: una beca de estudios en el extranjero, un trabajo o la búsqueda de la fortuna, pero todos los que se van suelen pronunciar la misma frase en algún momento: "¡A ver si venís a verme!". 

A veces nos parecerá que lo dicen por compromiso, poco más que para quedar bien. Se van a pasárselo bien de Erasmus, a conocer gente y a pegarse la fiesta padre, ¿para qué nos quieren incordiándoles por allí? Otras parece sincero, diríase que casi suplicante, y, como no nos cuesta nada arrancarle una sonrisa al pobre desgraciado que se ha ido a hacer las Américas con una mano delante y otra detrás, respondemos con algo que suele parecerse a: "Claro, a ver si cuando tenga tiempo me miro un vuelo baratillo y voy a verte". 


Pero en realidad no tenemos intención de hacerlo; en primer lugar, porque los vuelos baratillos son leyendas urbanas, como lo de la chica de la curva. Todos conocemos al alguien que conoce a alguien que consiguió un vuelo a Tombuctú por 15 euros, pero no sabemos cómo ni dónde. Luego está el tema del alojamiento, en caso de que no puedan proporcionárnoslo; la idea de dormir en albergues de mala muerte que sólo conocen la higiene por lo que han leído de ella en los libros, hacinados con unos 19 desconocidos no suele serle demasiado atractiva a nadie. Además del cambio de moneda si es necesario, que nos obliga a ir al banco a perder 1, 2 o 3 mañanas porque Puri, la cajera de toda la vida, no se aclara contando rublos. Planéalo todo, haz la maleta, ¡busca el tiempo, como si te sobrara! No merece la pena tanto dolor de cabeza para 2-3 días a lo sumo de breve visitilla. 
Lo dejas correr, y a la próxima ya será. Total, seguro que alguien más va a ir de todas maneras.


Sólo que todos los demás han pensado lo mismo que tú. Sólo que a la persona que espera que vengan a verla sí le merece la pena. Sólo que al final ni la fiesta es tanta fiesta, ni el viajero mejor adaptado deja de echar de menos el sabor de casa, y los que no habéis estado de ese lado no sabéis la ilusión que supone volver a ver una cara conocida en un lugar extraño y saber que el único motivo que ha traído a esa persona tan lejos de casa ha sido verte a ti, sólo a ti; no al Louvre, ni a comer bradwurst, ni a bañarse en el Mar Muerto, ni de viaje con su novio/amigo/clase/batallón; sólo a disfrutar de tu compañía y regalarte la suya.

Y por experiencia os digo que no hay mejor regalo. 

1 comentario:

  1. Ya, pero no es tan sencillo, efectivamente como has comentado supone muchos problemas, un gasto importante y compartír un tugurio con nosecuantos, en el que no sabes bien si ponerle un candado a tu maleta o no porque total, si quieren se la llevan entera y cortan la tela. Los viajes requieren una preparación previa, un ahorro, y saber que al ir esos días vas a estar a gusto y no será un viaje en balde. Claro que es el mejor regalo, como para no serlo, es un regalo de unos doscientos euros si nos ponemos a hacer cuentas xD Entiendo tu inquietud amore, pero es complicado.

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